12 de enero de 2009

Propaganda

Texto publicado en el periòdic anarquista gratuït Antisistema del mes de Noviembre.


Recientemente, con motivo de una visita rápida a Barcelona de varios días, tuve la ocasión de viajar libremente de nuevo a bordo de nuestro siempre alienante y surrealista Metro. A excepción de alguna que otra novedad (cómo por ejemplo la nueva y fashion estación de Roquetes, demandada durante más de 30 años a través de la lucha vecinal y presentada hoy en día a modo de regalo para la plebe por parte de nuestro Ajuntament), pude comprobar, aliviada, que todo sigue igual: la persistencia de la vigilancia extrema, la proliferación masiva de segurratas y el aumento exponencial del número de picas. La automatización de todo el sistema en taquillas, túneles y pasillos en detrimento de la presencia humana (el próximo paso es eliminar a lxs conductorxs). Las siniestras megafonías repitiéndose hasta la saciedad en una increíble ofensiva de lxs nuevxs profetas del condicionamiento hipnopédico (cinisme al metro, siusplau!). Las múltiples pantallas de televisión enseñando sin descanso mudas imágenes de la cotidianeidad y la normalidad que dominan los reinos subterráneos de TMB (una sutil manera de advertirnos que estamos permanentemente vigiladxs). Las mismas miradas perdidas, cabezas bajas, tosidos callados y ojeras abultadas llenando cada vagón...

Y por encima de todo, la propaganda. Contaminando el ya de por si limitado campo visual, inundando con su omnipresencia cada rincón de andenes, escaleras y trenes. Anuncios de todos tipos, formas y colores dispuestos para saturar los sentidos y nublar la mente de lxs ya de por sí saturadxs pasajerxs. Compra esto, Visita aquello, Vota tal, Hazte Mosso. A base de intentar captar nuestra atención de todas las maneras posibles, tentándonos y atrayéndonos mediante el uso de los estímulos más básicos, lxs publicistas al servicio corporativo tan sólo han conseguido que perdamos la capacidad de impresionarnos. ¿Nos habremos vuelto impermeables, ciegos y sordos hasta el límite de que no nos es posible admitir un mensaje o slogan más en nuestras cabezas?

Llegadxs a este punto, nos damos cuenta de que los métodos tradicionales de la propaganda indirecta (desde el panfleto a la pegatina, del periódico al graffiti) utilizados por la gran mayoría de movimientos e iniciativas sociales con pretensiones transformardoras, hace tiempo que perdieron su eficacia. En algunas ocasiones resulta imposible, incluso, distinguir la propaganda comercial de la política o social (al fin y al cabo, ambas resultan tener la misma finalidad de vendernos la moto), tal es el aparente estado de saturación general a estas alturas.

Así pues, ¿No deberíamos reconsiderar las estrategias hasta ahora utilizadas con el objetivo de incidir en los ámbitos que nos rodean? ¿No podríamos dejar de concentrar nuestros esfuerzos, quizá, en el uso y abuso de métodos ya obsoletos cómo son el bombardeo propagandístico visual y sensitivo? Personalmente, en el caso concreto de la Saltada Popular, hemos de admitir que un sólo salto por encima de una valla (o una apertura de puertas masiva e incontrolada) provoca muchas más reacciones positivas, remueve más conciencias e induce a más gente a no viajar sin billete que todos los textos, pegatinas y manifestos que hemos editado hasta la fecha. Pues vale más una acción, sincera y directa, que mil fanzines escritos sobre papel mojado.

Salud, DIY & escupid al alcalde,

Siempre.

Saltada Popular.

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